Lapida

Lapida
Lápida en Basílica de Santa Ursula en Colonia, Alemania

lunes, 27 de agosto de 2012

Devoción a Santa Ursula en Jicalapa, El Salvador


 Pueblo de Santa Ursula Jicalapa,

El Salvador, C.A.

Jicalapa es uno de los seis ancestrales pueblos y villas que, hermanados, componen la Costa del Bálsamo, ubicados entre los 400 y 800 metros de altitud, requisito orográfico del endémico árbol aromático que ha dado nombre a la región.

Conjugados forman un arco, adosado a los mil pliegues de su sierra. En un eje de Poniente a Oriente se enclavan Cuisnahuat, Santa Isabel Ishuatán, Teotepeque, Jicalapa, Chiltiupán y Tamanique, repartidos entre los departamentos de Sonsonate y La Libertad.

Los pueblos de la Costa del Bálsamo protagonizan una doble paradoja. Viven entre una sublime belleza natural, repleta de cultivos, tradiciones, miedos, alegrías y frustraciones, pero esa escabrosa geografía se traduce en aislamiento y escasas oportunidades de superación.

Salarrué, el autor de "Cuentos de Barro", lo consideraba una joya por sus balsamares, por los paisajes monumentales donde las montañas se unen con las costas y por su gente de origen pipil, Jicalapa siempre ha sido un municipio económicamente marginado.

Desde el parque municipal de Jicalapa se divisa el abismo oriental del poblado. Un cañón de más de 250 metros de profundidad, en cuya garganta corre y resuena el río Shilo, de corta vida. El Shilo nace en lo más alto de la Sierra del Bálsamo, en el cerro de Los Ángeles, a 1,500 metros. Y desfallece en el mar tras serpentear solo 30 kilómetros. Sobre una lejana loma, mucho más alta, se ve el pueblo vecino de Chiltiupán, a tres horas a pie.

Los primeros buses que llegaron a prestar servicio de transporte de pasajeros a Jicalapa fueron los de los empresarios de Jayaque, don Salvador Staben y Cornelio Espinoza, entre los años 1957 y 1948, con los buses Balboa y Norma, que hacía su recorrido de Jicalapa a San Salvador, por la ruta de Jayaque.

Sin inversiones privadas, las remesas se han convertido en la principal fuente de ingresos para una parte de los 9,820 habitantes de Jicalapa, donde el ingreso per cápita mensual es de 37.4 dólares.

Gracias a la bonanza esporádica del comercio del bálsamo y los hatos de ganado, —y a la misma disponibilidad de bosques maderables cercanos—, los pueblos de la Costa del Bálsamo fueron levantando decenas de variopintas casas de madera durante la primera mitad del siglo XX.

Esta particular arquitectura parece una emulación del concepto de las viviendas de madera y lámina de San Salvador y Sonsonate de aquella época adaptada a la sierra.

Las viviendas, en su mayoría de un solo piso, lucen austeras fachadas constituidas por tablones aserrados rústicamente, dispuestos verticalmente y adosados con una reglilla en su parte media —que con frecuencia está pintada de otro color—. La carencia de balcones habla de un estilo de vida apaciguado.

Mientras tanto, los techos lucen oxidados paneles de lámina o tejas que en su interior son revestidas por un cielo falso amaderado que resulta ser un verdadero resguardo del sofocante calor costanero, sobre todo en el período seco.

El olor y el añejamiento de estas construcciones delatan el uso de las maderas nobles locales, como el conacaste, laurel, cedro y ceiba. “La madera del árbol del bálsamo no sirve para la construcción de casas, o carpintería, porque es muy resinosa, pero es buena para usarla de horcones”, comenta un lugareño.

Los colores que lucen estas casas incluyen cualquier tonalidad cromática. Aunque las inclemencias del tiempo, tan implacables en esta zona en particular, las condicionan a lucir opacas y hasta anacrónicas.

Cuentan que en la víspera de Navidad de 1855, Jicalapa ardió como tusa: “Y cómo no iba a agarrar fuego, si todavía hasta hace como 60 años la mayoría de casas de Jicalapa eran chozas indígenas, de paja y zacate, pero nadie murió, comenta Felix Crisol, un anciano residente del pueblo. Tampoco sucumbió la iglesia, de gruesas paredes de adobe y calicanto.
Además de longeva, la iglesia de Santa Úrsula sigue siendo el edificio más grande de Jicalapa. Está en lo más angosto del pueblo-peñón. Barranco a cada lado. Su encalada fachada a dos aguas no tiene ninguna decoración.

Al mediodía, el interior de la iglesia es desolación. Hay varias bancas sin respaldo y un altar tosco pero barroco, decorado con figuras que parecen mazorcas de cacao, que tienen encumbradas un medallón que dice 1731. La estatua de Santa Úrsula, la patrona del pueblo, tiene expresión constipada, como afligida.
En lo oscuro del cielo falso de la iglesia se encuentra una pieza de madera con una inscripción. La viga aparece ante la luz de la lámpara, en español dice: “Por celo del alcalde segundo, Pedro Marcelino Perales. Domingo Pérez, regidor. Albañil, M. Carpio... Xicalapa diciembre 24 de 1844”.

La anterior inscripción debió ser el registro de una renovación arquitectónica navideña. Otra inscripción, en el cielo falso dice 1797. La iglesia es un colage de fechas y formas.

A la vuelta de la iglesia, en el costado este, se encuentra una pared salpicada de exvotos, agradecimientos, la mayoría de principios de 1900.

HISTORIA



Orígenes y etimología

Esta es una población cuyos orígenes se remontan a los lejanos años de la época precolombina.

Su nombre vernáculo, Xicalapa, significa literalmente "río de las jícaras", pues proviene de xical (en azteca o mexicano xicalli), jícara, huacal de morro, yapa, río.  Félix Crisol asegura que el nombre significa río de las jícaras. En contraste, a principios del siglo XX, el filólogo salvadoreño Fidias Jiménez afirmaba que Xicalapa significaba: casa en el centro del peñasco, y que debía pronunciarse Shi-calli-apan.

Xicalapa fue sometida al real dominio después de prolongado y sangriento sitio por los capitanes Diego de Rojas y Pedro de Portocarrero, en 1533.

En 1550 tenía unos 100 habitantes.

Época colonial

Dice el alcalde mayor de San Salvador don Manuel de Gálvez Corral, que en 1740 Santa Ursula Jicalapa tenía 140 indios tributarios, es decir, unos 700 habitantes.

"Se halla situado el pueblo -agrega- en una peña, no tiene de ancho la situación veinte y cinco varas, porque así del rumbo del Sur como del Norte se hallan dos profundísimos barrancos, que son tales que impiden la entrada a este pueblo, y sólo tiene un camino para entrar y por el mismo se ha de salir para andar los otros pueblos que llaman de la Costa del Bálsamo".

Esa peculiar situación de Jicalapa en el lomo de un peñasco limitado por dos profundísimos fosos, hace pensar que en los tiempos gentiles fue una fortaleza o peñol inexpugnable y que en su conquista debieron batallar duramente los españoles.




En 1744 el Rey Felipe V de España obsequió al pueblo de Jicalapa la imagen de Santa Ursula, patrona nominal del pueblo, e instituyó en cada 21 de octubre la Fiesta Patronal en honor a Santa Ursula, que fue una de las más famosas devociones en tiempos de la colonia y lo es aún en los actuales.

Según el arzobispo don Pedro Cortés y Larraz, en 1770, Jicalapa era pueblo anejo de la parroquia de Ateos y su población estaba repartida étnicamente así: 126 familias de indios con 507 personas y 1 familia de ladinos con 6 miembros. Total: 127 familias con 511 almas.

Ingresó en 1786 en el partido de Opico.

En 1807, según el corregidor intendente don Antonio Gutiérrez y Ulloa, Jicalapa era "Pueblo de indios". "Su mal temperamento - agrega-, corta industria, ningunos frutos y mala administración económica de cacaotales, bálsamos y palos finos rigen en este Pueblo igualmente que en los demás de esta parte de la Costa de Ateos".

Aunque los terrenos ejidales de Santa Ursula Jicalapa fueron medidos en 1700 por agrimensor real, en 1802 hubo necesidad de remedirlos.

Otros sucesos.
 Perteneció al distrito de Opico y al departamento de San Salvador de 1824 (12 de junio) a 1835 (22 de mayo).

A partir de esta última fecha formó parte del distrito de Quezaltepeque (antes Opico) y del departamento de Cuzcatlán. Dicho distrito tomó nuevamente el nombre de Opico por Ley de 30 de julio de 1836. En la Ley de 18 de febrero de 1841 aparece como cantón en el distrito electoral de Teotepeque. A partir del 5 de abril de 1842 fue municipio del departamento de San Salvador, nuevamente.

Un pavoroso incendio destruyó completamente la población referida el día 9 de diciembre de 1855.

Según un informe municipal de Jicalapa, de 23 de noviembre de 1860, su población era de 244 habitantes alojados en 101 casas pajizas o ranchos.

A pesar del incendio antes mencionado estaban en servicio una iglesia, un convento y un cabildo, este último con corredores de teja.

"La fiesta titular de este pueblo -dice el documento aludido- se celebra el 21 de Octubre, a cuya romería concurren todas las poblaciones más inmediatas siendo por consiguiente la veneración que estos habitantes le profesan a Santa Ursula, que todas sus atenciones las dedican a ella principalmente en día de su festividad". En 1890 tenía 680 almas de población.

Extinción del Municipio

Durante la administración de don Pedro José Escalón y por Decreto Legislativo de 12 de abril de 1905, se extinguió el municipio la Santa Ursula Xicalapa y esta población se incorporó al municipio de Teotepeque en concepto de cantón.  Los ediles de Jicalapa se vieron obligados a entregar a los de Teotepeque "por inventario, los archivos correspondientes, lo mismo que las existencias en dinero y en especies" que tenían en su poder.


Posteriormente se volvió a erigir en pueblo el cantón de Jicalapa. En 1971 la población del municipio era de 2474 habitantes. El municipio de Jicalapa tiene un área de 42,93 km², y la cabecera una altitud de 880 metros sobre el nivel del mar.

Arqueología

En la Cueva Letrero del Diablo, al W, se encuentran. petrograbados que asemejan fierros de herrar.

HISTORIA Y LEYENDA

Este es el origen de la devoción a Santa Úrsula, según lo relata doña Consuelo Crisol, originaria de Jicalapa, quien a su vez retoma la historia contada por sus abuelos paternos, Gertrudis Méndez y Margarito Crisol.

Hace mucho tiempo, un pescador encontró a una bella joven que andaba por la playa, quien le dijo que quería irse para Jicalapa y que le fuera a avisar al Alcalde, pero el pescador le dijo que no podía hacerlo  porque estaba pescando, (el trayecto entre la playa y el pueblo se hacía a pié en un lapso de 2 horas) pero ante la insistencia de la joven, el pescador decidió ir a hacer los que la muchacha quería, pero el Alcalde no le creyó. Al regreso, el pescador encontró su red llena de pescado, lo cual era como un premio a su obediencia.

Santa Úrsula se apareció al pescador  en la playa La Perla, playa situada 10 kilómetros al sur, y 455 metros peña abajo desde Jicalapa. La virgen estaba al final de estero, en una gran roca donde ve una especie de  gradas o camarín donde se dice que estuvo la virgen. En esa especie de cueva, habían unos pequeños cactus que nunca crecían y asemejaban unas candelas que acompañaban la imagen de la santa.

Como el Alcalde no le creyó al pescador, ese día en la noche tuvo un sueño en donde se le apareció la muchacha para revelarle que se quería ir para Jicalapa, por lo que el Alcalde fue al día siguiente a la playa y encontró a la muchacha y le dijo que la iba a traer, a lo cual la muchacha se negó porque le dijo que para que la tocaran debían de ayunar y así poder irse con el.

El 13 de octubre volvieron a ayunar y se fueron a traer a la muchacha ese mismo día, acompañados por el pito y el tambor y la milicia, compuesta por un Alférez, un sargento y cabos.

 La fueron a traer a la playa y la llevaron por las veredas y las peñas, En la vereda por donde traían a la virgen desde la playa, hicieron un descanso en el lugar donde hay una roca  conocida como “Mojaculo” porque es un lugar estrecho y resbaladizo, y allí todavía se pueden ver dos hoyitos donde colocaron las candelas que traían en la procesión que acompañaba a la imagen de la santa.

Al pueblo llegaron a las 5 de la tarde y la dejaron en un rancho en las afueras del pueblo, pero al día siguiente no la encontraron en el mismo lugar, sino que la encontraron en el lado puesto del pueblo, en un lugar donde había un gran árbol de ceiba, y la Santa dijo que allí quería que se construyera una iglesia utilizando para ello la madera que saliera del árbol de ceiba y que la iglesia se construyera con la puerta mayor orientada en dirección al Sur, o sea hacia el océano, de donde ella había salido.

La imagen de Santa Úrsula venerada en Jicalapa, es de madera fina, y tiene una capa labrada como parte de la imagen, pero siempre está oculta esa capa con los vestidos que los fieles creyentes le van donando en agradecimiento a sus favores. En la cabeza tiene una corona, símbolo de su realeza y en sus manos tiene la palma del martirio y una espada por ser una virgen guerrera. En los pies tiene unos zapatitos como botines, los cuales tampoco se pueden apreciar por los largos vestidos con que la cubren.

TRADICION


La romería a Santa Úrsula se celebra del 1 al 8 de en febrero, o sea en el verano. El motivo de hacerla en esas fechas es para que los peregrinos pudieran visitarla en una época en que el acceso al pueblo era a través de calles malas. Como en octubre la calle de acceso se ponía intransitable por el invierno, los devotos que querían visitarla en su fecha de martirio no lo podían hacer.

Las fiestas titulares en honor a Santa Úrsula inician el 2 de octubre y culminan el 21 de octubre, día del martirio de esta santa y sus acompañantes.

El primer ayuno se hace el 2 de octubre, en donde no se come nada en el desayuno pero al medio día se comen rellenos y alimentos suaves, menos carnes ni sopas.

El Alcalde convoca a la gente para que ayunen el 2 de octubre, tal como lo hicieron el día que la fueron a traer a la virgen a la playa. Por la tarde de ese día, se enciende una candela en la iglesia, en una procesión acompañada por pito y tambor, en señal de que han ayunado. También aparecen los garrucheros designados por el Alcalde.

Los garrucheros tiene la responsabilidad de ir el 9 de octubre a cortar dos árboles que tienen unas gradas parecidos a dedos, para luego adornarlos con mazorcas de cacao, maíz y hojas, en una ceremonia especial que se celebra el 19 de octubre en la Alcaldía. Los árboles se encuentran por el area de Chiltiupán, y se llaman árboles para garrucha.

El 9 de octubre da inicio en la Cofradía la novena en honor a Santa Úrsula, la cual culmina el 17 de octubre.

El 11 de octubre, antes hacían un banquete en donde se comía carnero por parte de la Cofradía de Santa Úrsula, que también realiza actividades específicas para celebrar las fiestas patronales. Las personas responsables de la cofradía son la madrina, la mayora y “las siguientes”. Después donaban un cerdo para sacrificarlo el 20 de octubre, en la víspera de la fiesta titular. En la alcaldía se preparan varias gallinas bien horneadas y sopas para servirlas ese mismo día. También se preparan los “tamales de arriebata”, que son pelotitas elaborados con masa de maíz y sal, envueltos en hoja de plátano.  En la actualidad todavía funciona la cofradía, pero ya no tiene la misma estructura que antes, aunque siempre donan el cerdo para la víspera de la fiesta.

El 12 de octubre, los historiantes hacen vigilia con sus máscaras en la casa del mayordomo de la cofradía, para poder presentarse en las festividades del día siguiente.

El 13 de octubre se prepara una bebida especial llamado “pinol”, hecho de agua hirviendo con maíz, pero de una variedad especial llamada “maíz majoco”, que se cultiva todos los años en la región de Jicalapa, específicamente para esa celebración. Ese grano de maíz es de consistencia porosa y blanda, especial para esa bebida. Luego de haber tomado todos el “pinol”, van a la iglesia  con candelas y flores para recordar la llegada de la virgen al pueblo, que como ya se señaló fue a las 5 de la tarde.

El mismo día 13 por la noche, se celebra un baile entre el Alcalde y una señora designada como “la Madrina”, luego baila con los miembros de la milicia. Esa noche reparten entre los presentes el “pinol”, para luego repartir atole y chocolate con pan de bizcocho. Algunos toman “chicha”, una bebida alcohólica preparada con maíz y frutas fermentadas.

Los historiantes representan la historia de David contra Goliat, y bailan afuera al son de una caja y de pito. Todos lanzan vivas a la madrina, al sargento, al alcalde y por supuesto a Santa Úrsula.  Ese día inicia la novena a Santa Úrsula, para culminarla el 21 de octubre.

El mismo 13 de octubre se disparaban con arcabuces, pero para que no hubiera peligro para los que disparaban, se recomendaba hacer ayuno, Se dieron casos de personas que quedaron mutiladas de sus dedos por haber explotado los arcabuces en sus manos. Hoy se utilizan bombas confeccionadas con pólvora.   Los historiantes bailan en el patio de la Iglesia las 5.00 de la tarde y el sargento con la milicia bailan “la partesana”, que es ejecutada con una vara de madera con una punta de metal. Ese artefacto lo guarda en la Alcaldía Municipal y solo lo sacan el 13 de Octubre para celebrar la entrada de Santa Úrsula a Jicalapa.

El 19 de octubre, la Alcaldía prepara la ‘garrucha”, la adornan y la llevan en procesión para la iglesia por la noche, acompañado por los historiantes con música del pito y tambor. La garrucha es transportada por los garrucheros porque cada uno de los arboles miden como 3 metros, luego colocan la garrucha en la iglesia para adornar el altar.

El 20 de octubre, la cofradía prepara los tamales hechos con el cerdo que cada año donan. En la iglesia,  el altar amanece ya bien adornado con la garrucha, por la noche se hace un baile en la cofradía a la que asiste el Alcalde con su concejo municipal y bailan con las “serviciales” de la cofradía y con los “muñidores”.  Antes se hacía un sermón en la iglesia, pero hoy se hace una misa en la víspera de la fiesta y otra el propio día.
Las fiestas culminan el 21 de Octubre, con una solemne misa para conmemorar el martirio de Santa Úrsula. Como el pueblo no tiene sacerdote de planta, tiene que llegar uno de fuera para celebrar esa solemne misa. Normalmente, la iglesia permanece cerrada, a cargo de un sacristán que la abre solamente cuando hay actividades programadas de la comunidad.

También se realiza una romería el martes de Pascua, después de la Semana Santa, llamada “Romería de los Sonsonatecos”, debido a que la mayoría de peregrinos llegan desde la ciudad de Sonsonate. Estos devotos organizan diversas actividades a lo largo del año para reunir fondos con los que realizan esta romería.

La procesión la inician desde el vecino pueblo de Teotepeque, con una pequeña imagen de Santa Úrsula, quien es acompañada de la imagen del Santo Niño de Atocha, las cuales llevan en andas, siendo acompañados en el trayecto con música de banda y explosiones de cohetes de vara. A su llegada al pueblo de Jicalapa, realizan algunas actividades en la comunidad, como juegos para los niños y payasos, entre otras cosas.

Por la noche realizan un baile con música de banda y quema de pólvora.

TESTIMONIOS DE MILAGROS

La Sra. Consuelo Crisol, cuenta que cuando tenía nueve años sufrió de una rara enfermedad, ya que le daba por vomitar, se mareaba y perdía la razón. Su papá la llevó a un doctor en Santa Tecla, quien le dijo que su caso no tenía remedio y que se iba  morir, ante lo cual, preocupado por el estado de su hija, le pidió a Santa Úrsula que curara a la niña, prometiéndole que la niña sería servicial de su cofradía. Luego, otro día, su papá la llevó a Teotepeque, a la farmacia de don Manuel Martínez, a quien le contaron el caso. Don Manuel le dio una medicina que dijo que era la que iba a curarla. Luego de varios días de aplicar la medicina, la enfermedad desapareció, por lo que doña Consuelo dice que le servirá a Santa Úrsula hasta el día que muera.

En los años 50’s durante una celebración de misa, sucedió un hecho increíble: durante una controversial homilía que un sacerdote predicaba, los presentes escucharon de pronto un ruido como de las olas del mar moviéndose con violencia, por lo que los asistentes se alarmaron pensando que el mar había inundado el templo, originándose una desocupación masiva del templo. Algunos pensaban que era un terremoto, pero lo curioso era que solo se experimentaba ese ruido en el área de la iglesia, ya que cuando salieron, todo estaba tranquilo en el pueblo, como de costumbre.

Algunos vecinos cuentan que en varias ocasiones se ha visto a una bella joven desconocida que sale a bañarse al mar, pero que inexplicablemente desaparece en un abrir y cerrar de ojos. Se cree que Santa Úrsula es esa bella muchacha. En la actualidad persiste la creencia que la Santa acostumbra a irse a bañar al mar.

Cuentan que en la década de los 80s había un pequeño destacamento militar en el pueblo, y una noche se les presentó una extraña mujer que al ser preguntada el porqué andaba a esas horas de la noche, dijo, señalando hacia la iglesia, que iba para esa casa, porque allí vivía y un momento después había desaparecido. Otros testigos dicen que ese día vieron a una mujer caminando por la noche oscura como si fuera de día.

En 1969, para el tiempo de la guerra con Honduras, unos miembros de la Guardia Nacional que estaban destacado en Teotepeque, visitaron as la familia Crisol en Jicalapa y les contaron que pronto irían la al guerra, pero que no sabían si iban a regresar vivos. El padre de Doña Consuelo, gran devoto de Santa Úrsula, les dijo  que pidieran protección a la santa. El finalizar esta corta guerra, llegaron de regreso contando admirados que en la guerra se les apareció una señora desconocida que andaba repartiendo municiones en un canasto que debe haber pesado mucho porque lo levaba completamente lleno.

Santa Úrsula no deja de ser milagrosa. En el 2007, un bus repleto de devotos de Panchimalco estaba a punto de ingresar a Jicalapa cuando se deslizó hacia uno de los precipicios. El milagro: el bus quedó colgando de un árbol. Todos salieron ilesos y atribuyeron el milagro a Santa Úrsula.
 

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