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Lápida en Basílica de Santa Ursula en Colonia, Alemania
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lunes, 10 de septiembre de 2012

Leyendas Puertorriqueñas. Las once mil vírgenes


 
El Dr. Cayetano Coll y Toste (30 noviembre 1850 hasta 19 noviembre 1930), fue un historiador y escritor puertorriqueño. Él era el patriarca de una familia prominente de Puerto Rico, con educadores, políticos y escritores.

Entre sus muchas obras escritas están:
"El Boletín Histórico de Puerto Rico" (Boletín Histórico de Puerto Rico),
"Crónicas de Arecibo" (Anales Arecibo) y
"Leyendas y Tradiciones Puertorriqueñas" (Puerto Rico Leyendas y Tradiciones).

Su investigación sobre la historia de Puerto Rico dio a la gente una idea de la isla desde los tiempos de los Taínos hasta 1927. Una de sus obras "El Vocabulario Indo-antillana" es valiosa para comprender el modo de vida de los taínos. Sus obras son de lectura obligatoria en las escuelas de Puerto Rico y universidades.

 
 
I
El general inglés Abercromby(1) en 1797 dirigióse contra la isla de Trinidad(2), comandando una formidable escuadra de sesenta velas y habiéndose apoderado fácilmente de aquella tierra, hizo rumbo a la de Puerto Rico y desembarcó sus aguerridas tropas en las playas de Cangrejos en son de conquista.

Gobernaba este país el general don Ramón de Castro y prontamente puso la ciudad en estado de defensa. Se tocó la generala. Se distribuyó la guarnición. Se cortó el puente de San Antonio. Se organizaron ganguiles(3), pontones y baterías flotantes en lanchas cañoneras y se levantaron patrullas en cuerpos volantes para recorrer y defender los campos circunvecinos de las incursiones y depredaciones del enemigo. Se publicó un bando para que las mujeres, los niños y los viejos abandonaran la ciudad, quedando solo los hombres útiles para tomar las armas.

No fue posible evitar el desembarco de las tropas inglesas, porque los navíos anclados en la ensenada de Cangrejos, barriendo la playa con metralla, protegían las chalupas y botes que desembarcaban las tropas enemigas cerca de la playa llamada la Torrecilla.

El general Abercromby situó su cuartel general en la Casa del Obispo cerca de la iglesia de San Mateo y empezó a avanzar hacia poniente. Al llegar al Puente de San Antonio le detuvo la cortina de fuego de este fortin, que fué destruido en 1896, y la metralla del Castillo de San Gerónimo. Entonces levantó trincheras en Miramar (en aquella época se llamaba el Rodeo y posteriormente El Olimpo) y en el Condado. No le fué posible pasar adelante, aunque tomó los polvorines de Miraflores. Si recio y sostenido era el fuego de cañón y mortero del inglés, porfiada era la defensa de la plaza. El sitio empezó el 17 de abril y el 29 del mismo mes continuaba en iguales condiciones, peleando sitiados y sitiadores con empeño y denuedo.

II
El obispo Trespalacios (4), que regía esta diócesis ayudó a Castro hidalgamente con personal eclesiástico para todos los puestos de la guarnición, hasta los de peligro, y además dinero. La Cruz y la Espada marchaban de común acuerdo en la defensa de San Juan.

El 30 de abril se presentó a su lIustrisima el Provisor y le dijo:
-Señor Obispo, ¿por qué no hacemos una rogativa para implorar el auxilio del cielo?
-Tiene usted mucha razón. Hagamos una rogativa dedicada a Santa Catalina, santa del día y patrona del primer castillo que se hizo en esta ciudad, que hoy es casa de los Gobernadores, y también la dedicaremos a Santa Ursula y a las once mil vírgenes, de quienes soy devoto especial.
-y ¿cómo se dispondrá la procesión?
-Pues toda la ciudad tomará parte en eIla. El que no tenga vela de cera la llevará de esperma o sebo y los muy pobres llevarán antorchas de tabonuco. Yo la presidiré con el Cabildo eclesiástico y las autoridades.
Saldremos de la Catedral y recorreremos todas las calles de la capital y al romper el alba regresaremos al templo para celebrar una misa cantada a toda orquesta.

Tal como lo dispuso el señor obispo tuvo efecto la grandiosa rogativa, con el aditamento de haber echado a vuelo todas las campanas de las iglesias.

III
A las nueve de la noche los espías ingleses que atalayaban, avisaron al cuartel de Abercromby, que se notaba gran movimiento dentro de la ciudad, que se oían grandes repiques de campanas y se vislumbraban grandes luminarias hacia el oeste.

-Estarán recibiendo refuerzos de los campos, dijo el general inglés; y añadió: Mis fragatas, que vigilan la entrada del puerto no pueden acercarse por el fuego que les hacen los baterias del castillo de la entrada.

Y dio órdenes para que las trincheras de El Rodeo y del Condado avivaran lo más intensamente posible el fuego contra la ciudad. Y que hubiera acción de mosquetería sostenida contra las lanchas cañoneras.

A las doce de ta noche volvieron los vigías a notificar al general Abercromby que las luces iban creciendo dentro de la ciudad y que ahora se dirigían al este. Abercromby reunió su estado mayor y le dijo:
-Llevamos cerca de un mes en la fajina de este sitio y no hemos adelantado una pulgada. Tenemos lo que tomamos el primer día y nada más. La plaza está muy bien defendida. Por otra parte la disentería empieza a hacer estragos en nuestra tropa. El agua de que disponemos es muy mala. Hay que tener en cuenta, que los vecinos de los campos, fuertes y aguerridos, van viniendo a socorrer la Capital y no podemos evitarlo. Esta noche se prepara, indudablemente, una gran salida de los sitiados, al primer cuarto de la madrugada para atacar nuestro campamento. Creo, pues, llegado el momento de reembarcar la tropa.

Todos los oficiales de su estado mayor fueron de igual parecer. Se dió la orden de embarque. Se tocó la generala. Y a la mañana siguiente, primero de mayo, estaba completamente levantado el sitio.

IV
En la iglesia Catedral, después de la misa cantada, se entonó el Tedéum laudamus y luego predicó su Ilustrísima.

Un hermano de mi abuela, teniente de Milicias, que entró en la plaza el 22 de abril con una compañía de Milicianos de Arecibo, refería el espléndido triunfo de Santa Ursula y las once mil vírgenes. Mi abuela, que murió de noventa y siete años. y recibió de labios de su hermano la histórica narración, me contaba que las once mil vírgenes, gracias al obispo Trespalacios, que las había implorado a tiempo, salvaron la ciudad del saqueo de los ingleses. Que aquella memorable noche fué cuando más tronó el canon enemigo, y que las balas se volvían de mitad de camino contra los sitiadores y no caían en la ciudad. Y que cuando la gran rogativa entraba en Catedral terminó de repente el cañoneo y desaparecieron los enemigos.

También así lo estuve yo creyendo mucho tiempo; pero después he sabido que Santa Ursula y las once mil vírgenes eran bretonas y he pensado, que de haber venido en aquella ocasión hubiera sido en ayuda de sus paisanos, a pesar de lo que juraba y perjuraba el hermano de mi abuela.

De modo que, respetando la buena fe de nuestros mayores y su bella tradición, me inclino a creer que quienes obligaron a los ingleses a levantar el asedio fueron el gobernador don Ramón de Castro con su activa dirección y enérgico carácter y los férreos puños de los Mascaró, Vizcarrondo. Andino, del Toro, Linares, Lara, Diaz y demás valientes que supieron defender el terruño de la invasión extranjera.

NOTAS
1. Abercromby. Sir Ralph Abercromby, ilustre soldado inglés, nacido en 1734, y muerto en 1801. Se distinguió en las guerras con Holanda, encargándose de una expedición contra la Américas Españolas, en cuyo viaje fue que ocurrió el ataque contra San Juan de Puerto Rico a que se refiere la leyenda.
De vuelta a su patria mandó las fuerzas inglesas destinadas a Egipto, donde sí obtuvo varias acciones de guerra afortunadas contra los franceses, muriendo de resultas de una herida que recibió en el último de estos combates. En sus memorias el General Abercromby relata el ataque de San Juan en la siguiente forma:
“La expedición quizás se emprendió muy a la ligera. Carecíamos de informes suficientes, y, a decir la verdad, son difíciles de obtener. Los marinos, contrabandistas y comerciantes saben un poco más de lo que a su negocio afecta: tan sólo los militares o los hombres de gran espíritu de observación podrían  alcanzar informes correctos. Abbe Raynal pasa como escritor de poco crédito, pero en este punto ha estado acertado. Después de la reducción de Trinidad, el Almirante convino conmigo que debía hacerse algo, y como ambos, él y yo, habíamos recibido refuerzos e instrucciones de atacar a Puerto Rico, determinamos probar fortuna, confiando un poco en la debilidad del enemigo. Le encontramos bien preparado, con guarnición más fuerte que la nuestra y con artiIIería poderosa. l.as tropa ciertamente, eran de la peor clase, mas detrás de murallas, no podían menos que cumplir con éxito su deber"

2. Trinidad. Pequeña isla situada en la costa Nordeste de la América del Sur. Tiene una superficie de 4,550 kilómetros cuadrados; y cuenta con alrededor de 250,000 habitantes ingleses, españoles, franceses, y negros. La industria más considerable es la del asfalto. Fué descubierta por Colón el 31 de julio de 1498 y perteneció a España hasta que los ingleses la conquistaron en 1797, cuya conquista fue ratificada por el Tratado de Amiens de 1802.

3. ganguiles. Pequeño barco, el cua1 solo tiene un palo y la popa semejante a la proa, de manera que navega hacia adelante o hacia atrás, como sea necesario.

4 . Trespalacios. Felipe José de TrespaIacios fue canónigo de Santo Domingo, de donde pasó a ser obispo de Puerto Rico. Más tarde ocupó la Silla Episcopal de la Habana. Llegó a esta isla el año de 1788 comisionado por el rey para hacer división del obispado de Cuba. Falleció en 1799.

 
 

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