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Lápida en Basílica de Santa Ursula en Colonia, Alemania
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lunes, 17 de septiembre de 2012

San Hermann Joseph y la música de las Santas Vírgenes

San Hermann Joseph.
 
Existen algunos casos de personajes, principalmente durante la época medieval, que han escuchado “melodías” procedentes del más allá, que dieron lugar a algunas de las más grandes y famosas composiciones musicales.

Un conocido caso de “música celestial” es el vivido por el místico Hermann Joseph von Steninfeld (1150-1241), devoto de Santa Úrsula y de sus once mil vírgenes, que escribió la secuencia Virginalis turma sexus y el himno O Vernantes Christi Rosae, gracias a que el enorme coro de las doncellas cantaba “desde el más allá” la melodía mientras él la transcribía.

San Hermann Joseph, O.Praem, (ca. 1150 - 7 de abril 1241). fue un místico canónigo alemán, de la orden Premonstratense regular. Nunca canonizado formalmente, en 1958 su condición de un santo de la Iglesia Católica Romana fue reconocida oficialmente por el Papa Pío XII.

Nació en Colonia. De acuerdo a la biografía de Razo Bonvisinus, un contemporáneo Prior de Steinfeld Abbey (Acta Sanctorum, 7 de abril, I, 679), Hermann era hijo de padres nobles pero pobres, siendo su padre Lotario, conde de Meer (ahora Meerbusch) y su madre era Santa Hildegund. A la edad de siete años asistió a la escuela y muy pronto fue conocido por la devoción a la Santísima Virgen. En todo momento disponible se le podía encontrar en la iglesia de Santa María en el Capitolio, donde se arrodillaba envuelto en oración a María. Bonvisinus afirma que una vez que el niño presentó una manzana, ahorrado de su propia comida, a una estatua de Jesús quien lo aceptó. De acuerdo con otra leyenda, en otra ocasión, cuando en un día frío hizo su aparición con los pies descalzos la Virgen María le procuró los medios para conseguir los zapatos.

Sus obras son: "Un comentario sobre el Cantar de los Cantares", que se ha perdido "; Opuscula" (nueva edición, Namur, 1899), incluyendo: "Duodecim gratiarum actiones", "seu Jubilus Hymnus de SS undecim millibus Virginibus."; "Oratio ad Dominum nostrum Iesum Christum", tomado en gran medida desde el Cantar de los Cantares: "Alia Oratio", "Precula de quinque gaudiis B. Mariae V." No es del todo cierto si las tres últimas son las obras de Hermann, aunque por lo general se le atribuye a él.

En su biografía, escrita por el también canónico Premonstratense, Joseph Estevan de Noriega, se describe con detalle cómo el Santo Hermann Joseph era visitado por vírgenes celestiales que le dictaron las pieza musicales acá presentadas.



130 No ha de ser todo (como decíamos en el capítulo pasado) dolores, suspiros, sustos y oscuridades: también han de tener su vez, alternando las luces, los consuelos y alegres músicas, para que tome aliento el corazón oprimido; que es de carne, no de bronce: Y aunque sea un Job el que padece, fortalecido con los socorros de la gracia, no sufren las piedades de Dios, siempre que haga todo a costa de la paciencia. Cuando el Beato Joseph en su aprensión, y en la de los que solo atendían a las exterioridades de sus trabajos; se miraba como desamparado, desechado y perseguido de la mano de Dios por sus culpas imaginadas, o por el indiscreto rigor (como algunos creían) de sus penitencias, imposibilitado a seguir el curso de su comunidad, y retirado en su rincón: cuidaba la Providencia Divina de enviar de la Gloria quien le visitase, y le divirtiese. Unas veces bajaba a su pobre celda la Reyna de los Angeles y otras enviaba en su nombre a sus Damas, especialmente a la valerosa Capitana Santa Ursula, con su numeroso ejército de Once mil Vírgenes: de quienes era devotísimo el Beato Joseph, ya por simbolizar tanto con su virginidad la pureza, ya por ser sagrado depósito de sus venerables reliquias Colonia, su patria.

131 Al paso que eran frecuentes, y singulares los favores que hacían estas Santas Vírgenes a su devoto, se desvelaba este en ingeniar expresiones de agradecimiento. Pasaban horas enteras en visita y santa conversación con el Beato Joseph, tan familiarmente, que les preguntaba sus nombres, y ellas se lo decían: le consultaba sus dudas, y las santas le sacaban de ellas: le contaba sus trabajos, y ellas le consolaban y alentaban a padecerlos. Le pareció, pues, a Joseph que el modo más proporcionado para mostrarse agradecido a tan repetidos favores y juntamente divertir el tiempo en el retiro de fu penosa soledad, en cosa que estimulase su devoción; sería escribir la historia del glorioso martirio de estas Santas Vírgenes , dejando correr la ternura de su afecto por la pluma en sus alabanzas. Para entrar en esta obra le sobraban a su devoción alientos y estímulos; pero le faltaban noticias individuales, seguras, y bien fundadas. Con todo eso, gobernado de superior impulso, sin que le sirviera de rémora la dificultad, se aplicó a escribir. Apenas hubo tomado la pluma, cuando una del Coro de aquellas Santas Vírgenes bajó, cercada de resplandores de gloria, a su estancia, y sentándose con alegre semblante a la mesa en que estaba escribiendo, le informó de las individuales circunstancias del Martirio de todas. Al mismo tiempo vio, que una hermosísima paloma, posando su vuelo sobre el hombro de la Virgen, que le dictaba, y aplicando el pico a su oído, se estuvo así todo el tiempo que su celestial maestra le estuvo dictando, y el Santo Joseph escribiendo. Le fué revelado que también esta paloma era otra del número de las Santas Vírgenes: y por eso de allí en adelante tenia de costumbre llamar Collumbelas o Palomicas, no solo a estas Santas, sino también a todas las que consagraban a Dios su pureza, alistándose bajo de la bandera de sus esposas.

132 Que historia sea esta que escribió N. Beato Joseph por Divina Revelación, es punto seria y largamente controvertido de los historiadores. El erudito Padre Hermanno Combrach, de la Compañía de Jesús, en su obra, cuyo título es: Santa Ursula vindicata, prueba difusamente, y se aplica a que una historia antigua, impresa en Colonia, escrita por los años de Cristo de 1180, por inspiración de Dios y con eI favor de María Santísima; dedicada también por Divina inspiración a ciertas religiosas, y a los Premonstratenses, como especiales devotos de estas Santas Vírgenes, es la que escribió el B. Joseph Hermanno, y de que se hace mención en este capítulo. A esta opinión (que tomó Combrach del Padre Bebio) no se aferran nuestro Vander Sterre, ni el Papebrochio. Y este se aplica más a que el autor de la historia impresa en Colonia, que el Padre Combrach comenta, fuese el Beato Richardo Anglico, Premonstratense, varón tan devoto, como erudito, cuyos escritos aprobó el Cielo, conservando incorrupta su mano: prodigio que pretendió oscurecer la perfidia de Gebhardo Truchsess, Arzobispo de Colonia, apóstata, arrasando nuestro monasterio, Arensbergense en Westfalia, por los años de 1583, sin que valiese el sagrado a las santas reliquias. Mas aunque pudo su herético furor, por permisión de Dios, quitarnos tan preciosa joya de la vista, pero no de nuestra veneración y perpetua memoria: quedando esta maravilla autenticada y firmada, para seguro crédito de la posteridad, por testigos de vista de mayor excepción.

133 Baste de disgresión, cuando ni ahora me tocan estas disputas, ni sujetos tan eruditos se han atrevido a resolverlas. Lo que parece mas cierto es, que en este capítulo el Autor primero de la Vida del Beato Joseph Hermanno, no habla  de Historia escrita en prosa, sino en verso , puesto que después de escribirla, supone al santo cuidadoso de reducirla a punto para cantarla. Y así, la de que aquí se habla sería, o el himno que compuso en honra de las Once mil Vírgenes, que comienza: O vernantes Christi Rosae: o la Secuencia: Virginalis turma sexus, que se darán impresos entre sus Opúsculos. Los que, por estar en metro más acomodables al canto, podrían servir mejor de recreación espiritual al Beato Joseph.

134 Concluida la Obra, con la dulzura y acierto que se puede considerar del espíritu que le dictaba, y fervorosa devoción de quien la escribía: el único dolor del Beato Joseph era, no ser en esta ocasión, el más diestro maestro de capilla para ponerla en inventando una composición tan airosa, y de tan buen gusto, que pudiese servir a aquellas Cortesanas de la Gloria de algún recreo. Asunto era ciertamente dificultoso pretender agradar y atraer con música de la tierra, a las que ya estaban tan habituadas a olr las melodías de la Gloria. Con todo eso, quiso probar el devoto Joseph la mano: que no fuera fino amante, si loco a lo Divino, a la prenda de poeta, no la diera el realce de músico. ¡Cosa maravillosa! siempre que se ponía a componer su obrilla se llenabaIa celda, y poblaba el aire de numerosas tropas de aquellas Santas Vírgenes, que dividida en Coros, repartiendo entre si los papeles de distintas voces, cantaban los versos con tan suaves melodías, que hacían a la celestial capilla de los Angeles competencia en lo harmonioso de sus gravísimas consonancias. Oíalas suspendido y absorto el Santo, y muchas veces, arrebatado de la dulzura, las acompañaba, tomando para sí el papel de contrabajo al compás del Cielo. Después, a  solas, haciendo memoria, y repasando la lección que había oído, y acompañado, iba poco a poco trabajando su composición el Beato Joseph, sin pesarle de la tardanza, por lograr más ocasiones en que se repitiese la lección de música.

135 No es para omitido el modo como se logró la noticia de este prodigio. Ya hemos ponderado el sumo cuidado que tenía el Beato Joseph en ocultar los favores que del Cielo recibía; pero no era menos el que ponía el autor de esta historia, valiéndose de piadosas astucias para descubrirlos, a que daba lugar la inocencia de su candidez. Entró este en sospechas de alguna cosa extraordinaria, o porque había percibido en su celda los ecos de tan repetidas canciones, o porque advirtió el singular regocijo con que el Beato Joseph, después de compuestos, solía cantar aquellos himnos, para repetir, en tiempo de recreación, a los religiosos, y cogiéndole un día a solas, comenzó, como por chasco; a motejarle de presumido de músico: como que pretendía arrogarse la gloria de compositor de una obra, que el maestro más diestro en el arte apenas pudiera desempeñarla con tanta destreza: No por cierto (dijo el buen Joseph, persuadido a que de hecho estaba escandalizado aquel religioso) no imagines que esta obra la he compuesto yo solo: has de saber, que me la han ayudado a componer mis PaIomicas. Pues dime (replicó el amigo) para que te pueda dar crédito, ¿en qué forma te ayudaron?. Yo te lo diré (respondió Joseph), para que des gracias a Dios: Concluída en verso la historia de las Santas Vírgenes, nuestras abogadas; la que  también  compuse, yéndome ellas mismas dictando las palabras, que yo iba escribiendo: Reclinándome en mi lecho, discurriendo cuidadoso, cómo podría tener forma de componer la música, a que no alcanzaba mi ignorancia, apareció en el aire un Coro de estas Santas Vírgenes, y comenzaron a cantar con tan suave armonía, que verdaderamente me pareció que estaba en la Gloria. Yo al mismo tiempo aplicaba con cuidado el oído, para lomar de memoria los puntos, y acomodarlos después a los versos.

136 Todavía el confidente se disimulaba, no satisfecho, por enterarse con más individualidad de el prodigio;  y así ponía dudas,  para oír de su boca las circunstancias: No, Hermanno, (le replicó) eso no puede ser. Dígame, ¿cómo es posible, aunque fuese V. Reverencia más diestro en la música, tomar de memoria, y observar todos los punto y compases, haciéndose tan capaz de todos, que pudiese copiarlos en una sola vez que los oyese cantar, por más cuidado que pusiese en estar con atención?, Válgate Dios, y ¡cómo me apuras! (dijo Joseph), claro está que ello sería dificultoso. Es así que se me olvidaban muchos puntos y consonancias; pero para eso, cuando las estaba copiando, las cláusulas que a mí no se me acordaban, ellas las repetían; volviendo una y otra vez y millares de veces, a nuestra celda a repetir su música, hasta que a mí se me quedaba bien en la memoria.

137 No fue solo por estos tiempos cuando eI Beato Joseph logro la dicha de que el Cielo aliviase su pena con tan sagrada música. Estos mismos himnos o júbilos entonaron en su presencia las Santas Vírgenes en otras muchas ocasiones. Observando el Santo en sus semblantes risueños la singular alegría que mostraban en darle este gusto, y en que el, ya industriado, divirtiese con estos dulces y devotos cánticos a sus religiosos. Y estoy persuadido,  a lo que se deja discurrir, por lo que se dice en el referido himno: O vernantes Christi rosae, que la soberana Reina de los Angeles, como capitana y maestra del sagrado coro de las vírgenes, asistiría también, y echaría el compás, en estas funciones: Y que no solo festejaban y entretenian a su amado con suaves armoniosos acentos músicos, sino también con lazos festivos de bien concertados saraos; en que llevaba la bandera la más cándida rosa, María Santísima, cantando con melodía tan sazonada, que embelesaba a los Angeles su destreza. Lea el himno mencionado la devota curiosidad, y verá, que no excedo en la ponderación. El está escrito con tanta alma, que al leerlo el corazón más duro y tibio, se regocija y siente un inexplicable júbilo y ardor que sensiblemente le inflama.
 


Comentarios y textos de las obras musicales.

1. La secuencia “Virginalis turma sexus” es una obra estrictamente litúrgica, que hasta ahora utiliza las iglesias de Alemania en honor a San Úrsula, Representa el dictado musical a la santa, en la que el coro de las vírgenes entonaba una melodía mientras que Joseph cuidadosamente lo iba anotando. Él les pidió que repitieran las partes difíciles varias veces, hasta que lograba captar exactamente lo que debía escribir.

La oración al final de la pieza está en prosa, que comprende doce expresiones cortas de acción de gracias por los misterios de la vida de Cristo, por ejemplo, sobre la llegada de los Reyes Magos: "Gracias a ti, Señor Jesucristo, que una estrella guió a los reyes para ti, el Rey de la Gloria. Así que tú puedes, a través de ti mismo, llevarnos también hacia ti". En Colonia los Reyes Magos nunca han sido olvidados. Cuando era niño Herman Joseph vio sus preciosas reliquias depositadas en la catedral durante el episcopado de Rainald de Dassel.

Esta y los otros cantos de Herman Joseph que han llegado hasta nosotros, nos dan una idea de su espiritualidad. Cabe destacar que, excepto por la secuencia  “Virginalis turma sexus", todas sus creaciones musicales son oraciones para el uso privado.

Durante mucho tiempo, en la larga historia del Cristianismo, el canto de los salmos ha sido suficientes para la litrugia. Los himnos y oraciones comunes se añadieron a medida que la liturgia  se abría a tales oraciones privadas, como experiencia contemporánea.

Nuevos elementos de culto entraron entonces en el marco litúrgico, los cuales eran tan flexibles como variados. Aunque no fue geográficamente variada, la liturgia estaba abierta para el desarrollo de la práctica devocional, así que estaba llena de vida, como de nuevo volvería a ser en la Francia del siglo XVII.




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Para tener una idea de cómo sonaba esa música, hemos incluído un video con las dos últimas estrofas de la secuencia y su letra en inglés

Virginalis turma sexus,
secuencia medieval e Colonia

 


2. La segunda oración existente de Herrman Joseph sobre las once mil vírgenes, "O Vernantes Christi Rosae", es un largo poema dirigida a Santa Úrsula y sus compañeras, a quienes, al igual que cualquier buen cristiano de Colonia, se dedicó con ternura. Comienza, "0h rosas primaverales de Cristo." La autoría de Herman se afirma por la aparición de la palabra columbelae, palomitas, que su biógrafo puntualiza que era un uso habitual del Santo:

15 Oh vírgenes, pequeños corderos,  
     palomitas queridas de Cristo,
     Libres de astucia, libres de engaño!

De este himno no hemos encontrado una muestra musical para saber cómo era cantado.




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