Lapida

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Lápida en Basílica de Santa Ursula en Colonia, Alemania
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viernes, 21 de septiembre de 2012

Devotos notables de Santa Ursula.

En esta sección citaremos personajes de todos los tiempos que han practicado en vida una profunda devoción a Santa Ursula y sus compañeras mártires.
 
 

El Padre Francisco de Bustamante, que fue provincial de Yucatán e hijo de Castilla, llegó en la misión que trajo el santo obispo Fr. Diego de Landa. No supo tan perfectamente como otros misioneros el idioma de los indios. Las dos veces que fue provincial le obligó la obediencia a aceptar el cargo, y así la segunda vez fácilmente al poco tiempo, renunció al oficio. Era tan humilde después de haber sido provincial, como puede estar un novicio, de que se le originaba ser muy urbano, aún con el más pequeño que le comunicaba.

Ocupaba mucho tiempo en la lección de los libros, y habiéndole faltado la vista, hacía que un corista le rezase el oficio divino, y después le leyese la vida de Cristo, redentor nuestro, y las vidas de sus santos, con lo que vivía con notable quietud de espíritu. Fue devotísimo de Santa Úrsula y sus compañeras, y así, en los conventos donde estaba, les erigía un altar, y su día cantaba él la misa aún en su suma vejez, y se holgaba mucho de que otros fuesen devotos de estas santas, siendo el mayor gusto que le podían dar, el decirle que les habían hecho algún altar o imagen por su devoción.

Fue religiosos muy pobre y siguió siempre la comunidad en coro, refectorio y demás actos, y aún habiendo llegado a la edad de noventa años, la seguía en cuanto sus fuerzas alcanzaban, teniendo en ella gran consuelo los religiosos, viendo sus venerables canas tan acompañadas de virtud y santidad. Murió en el convento de Mérida en 1624, a 26 de agosto, y concluye diciendo de él el Padre Lizana: “Todos lo conocimos y no hay quien no diga el santo P. Bustamante. Vivió en esta provincia 51 años y murió de más de 90 años de edad.

Fuente: Los Tres Siglos de la dominación española en Yucatán, Tomo 2, escrita por Fray Diego López de Cogollud en 1845 (pág 344-345)


Fray Cristóbal de la Cruz, de la orden de Santo Domingo, fue una señalada voz que llama a pecadores, porque su trato y modo de vivir antes que entrase en religión era muy conforme con la ley que el mundo guarda. Cristóbal Lugo fue natural de Sevilla y estudió las letras de la latinidad y artes, pero al conocer después malas compañías, llegó a ser muy práctico en la jerigonza y lenguaje de ladrones. Aunque era un gran pecador, tenía un alma temerosa y muy sentida de conciencia, y por ello si pecaba, era con lágrimas y rezando primero los salmos penitenciales por las ánimas del purgatorio, de quien era muy devoto, pidiendo a Dios no perdiesen los fieles difuntos el fruto de aquella su oración por ser él malo. Como seguía el juego y le faltaba el dinero, concertóse con unos perdidos que andaban a robar , de irse con ellos rn su compañía, y sentóse una vez a jugar el libro de las súmulas con determinación que si entonces perdía, tomaría el oficio de salteador.

Ordenó el Señor que ganase y salido de allí, púsose a considerar el camino que llevaba, y como de nueva luz visitado, abrió los ojos del entendimiento y comenzó a retirarse de aquellas compañías malas. Y aplicándose a su estudio vino a recibir orden sacra; y desde que se ordenó de Epístola fue tan notable la mudanza que la mano de Dios hizo en él, que como él confesó a un su gran familiar amigo, nunca jamás desde entonces tuvo voluntad de pecar, ni se ensució en hecho camal, antes se dió tanto a la oración y contemplación y lección de libros sagrados y devotos y ejercicios penitencia, que en España antes que pasase a Indias, y después de pasado, era su fama de santidad. Para mejor cumplir sus buenos deseos de servir a nuestro Señor enteramente, tomó el hábito de Santo Domingo en la ciudad de México. Y hecha profesión, luego la orden puso los ojos en él como un varón santo, y lo escogió como maestro de novicios de aquella casa.

Su oración era perpetua, pasando lo más de la noche en contemplación en el coro, donde visiblemente se robaba con la pujanza de la devoción y sentimiento del espíritu, de donde salía muchas veces diciendo: ¡Ay Dios, Ay Dios! Donde se la pasaba la noche sin dormir, gozando de la visita del cielo. Su consideración arrimaba siempre a los méritos de nuestra redención por el Rosario, y en los cinco misterios – de los quince- se le pasaba un día, remudándolos siempre por las ferias de la semana. El domingo los contemplaba todos juntos. Nunca dejó de rezar el oficio de Nuestra Señora, de quien era devotísimo. Desde que supo leer rezó siempre los salmos penitenciales, y cada día decía una vigilia por las ánimas del purgatorio, de quienes era muy devoto. Siempre que pasaba por iglesias o cementerios hacía oración por los difuntos. Tenía, sin esto, por particulares devotos suyos a San Jerónimo, a la Magdalena y a Santa Úrsula, con sus compañeras, de suerte que con esta ocupación no gastaba rato de tiempo ocioso en conversación humana. Murió en México en 1569 y su fama de santidad lo acompaño desde el momento mismo de su muerte.

La vida de este santo es la que don Miguel de Cervantes utilizó para escribir su comedia “El Rufián Dichoso”. Los cronistas dominicos hablan de él con prolijidad e insistencia, otorgándole de forma unánime el título de santo, junto a otros apelativos como bienaventurado, bendito, varón de Dios, amigo de Dios, siervo de Dios, etc.
Fuente: Locos, figurones y quijotes en el teatro de los Siglos de Oro
Escrito por Asociación Internacional de Teatro Español y Novohispano de los Siglos de Oro. Congreso,Germán Vega García-Luengos,Rafael González Cañal (pág 503-506)
 
 
Leonor María de Aragón y Foix fue hija del matrimonio del infante Pedro I, conde de Ribagorza y Prades con Juana de Foix. Era nieta, por el lado paterno, del rey Jaime II y la reina Blanca de Anjou, y por línea materna era de Gastón Y, señor de Foix, de Castellbó y de Bearne. La esposa de éste, Juana de Foix, pertenecía a la casa real de Francia. Asimismo, era prima hermana del rey Pedro IV el Ceremonioso. Nació, casi con seguridad, en el castillo de Falset, centro neurálgico del condado de Prades, hacia el 1333.

Leonor se casó muy joven, el 1353, su unión formará parte de la política matrimonial de establecer vínculos dinásticos con estados del Mediterráneo. Este matrimonio con el heredero del reino de Chipre, Pedro de Lusignan, conde de Trípoli, garantizaba la expansión comercial catalana hacia Oriente.

Fue una mujer de carácter apasionado y frenético. Orgullosa, autoritaria y de alma irascible. Amaba a su esposo pero de forma egoísta y obsesiva. Un carácter y manera de actuar que, como analizaremos, influirán en todos los acontecimientos de su vida.
Después de una vida en que la violencia y la tragedia la rodeaban, la Reina de Chipre fué expulsada de ese país, regresando a España y siendo acogida por su Primo hermano, el Rey Pedro IV el Ceremonioso, quien le otorgó una pensión y casa en la Villa de Valls.

Entre las reliquias ofrecidas por Leonor de Chipre a la ciudad de Valls destaca, según el saber popular, la cabeza de Santa Úrsula y una espina santa, es decir, una espina de la corona de ludibrio de Jesucristo, ambas traídas consigo por la soberana desde Chipre. En cuanto a la primera, cabe decir que se trata de una bella pieza de orfebrería gótica, de plata policromada, que bajo la forma de una cabeza coronada alberga una reliquia auténtica de la santa, a la sazón co-patrona de Valls.  A favor de esta teoría se sabe que Leonor tenía una especial devoción por esta santa. En 1567 se descubrió la iglesia de Santo Domingo de Nicosia un retablo que representaba a las santas Úrsula, Eulàlia y Magdalena y arrodillada ante estas aparecía la reina Leonor.

Los últimos años de su vida la reina Leonor los pasó en Barcelona, viviendo con austeridad hasta su muerte y llevando un luto indefinido; dedicada a hacer obras de caridad y dotar a niñas huérfanos que se querían casar. Murió el 26 de diciembre de 1416 y fue enterrada ocho días después de su muerte, es decir, el día 2 de enero de 1417 en el convento de Sant Francesc de Barcelona, en cuya construcción ella misma había colalaborado y donde ya había otros entierros reales.

La vistieron con el hábito de terciaria franciscana (tercera orden de San Francisco) pero con solemnidad real. Acompañaron su féretro tres reinas: Violante de Bar, viuda de Joan I, Margarida de Prades, viuda de Martín I, y María de España, esposa del monarca reinante, Alfonso V el Magnánimo, además de una representación del clero de la ciudad de Barcelona y de las abadesas del monasterio de Santa Maria de Valldonzella y de Jonqueres (Monasterio de Jonqueres).

En 1692 se amplió el presbiterio de la iglesia de San Francisco y en este momento se abrió el sepulcro de la reina. Se encontró su cuerpo incorrupto, entero, y flexible, se le hicieron nuevos hábitos y el sepulcro se cololocó detrás del retablo, con una vidriera delante y expuesto a la veneración de los fieles. Pronto el sepulcro se vio expuesto a numerosos exvotos de cera de los agradecidos fieles. Este milagros se recogieron en un libro, hoy perdido, pero que fue consultado por el historiador Jaume Coll el siglo XVIII. El sarcófago logró salvarse del incendio del convento de los franciscanos en el año 1835.

A partir de este momento nos han llegado distintas versiones sobre lo que pasó con el cuerpo de Leonor. Según Eusebi Ayensa, el cuerpo fue trasladado al convento de las franciscanas, en el barrio del Poble Sec. Cayetano Barraquer la vio el 31 de octubre de 1889 y explica que se encontraba bastante bien conservada, descalza, vestida con falda de seda de color claro, tocado de monja, cetro y corona real. Así se conservó el cadáver de Leonor fina la llegada de la Semana Trágica del año 1909. El día 27 de julio prendieron fuego al convento de las franciscanas del Poble Sec y nada se salvó de lo que había en la capilla. El hallazgo en el convento del cuerpo momificado de la reina de Chipre hizo creer a los vándalos que se había encontrado una monja martirizada y cerrada dentro de un féretro. Existe otra versión de Joan Bassegoda i Nonell que explica que la momia de la reina Leonor permaneció en su tumba de los franciscanos hasta que el notario Jaume Rigalt "por encargo del ayuntamiento de Barcelona" la llevó a la casa de caridad, desde donde pasó al monasterio de Pedralbes y luego en el convento de Sant Francesc de Vic donde fue destruida en el año 1936.

Fuente: Crónicas Franciscanas y Wikipedia

 

El Padre Fray Ignacio (o Iñigo) de Santa María, del convento de Salamanca, varón de vida muy ajustada y gran predicador, el cual fue ministro en Cagayan y vicario de Lallo-c, después de haber apaciguado a los itaves. Llamado después a Manila para mandarlo a España, fue electo Prior de este convento y poco después, Definidor.  En 1603 fue a Camboya como prelado de esta misión; pero después de haber levantado allí iglesia que dedicara a San Pedro Mártir, volviendo a Manila para pedir nuevos auxilios para aquel reino, murió en el mar, como lo había predico él mismo en ese mismo año de 1603.

Fue muy fervoroso, compasivo y misericordioso para con los pobres y el Señor se dignó hacer maravillas por su siervo, aumentándole el arroz para darles. Era de condición muy suave, y muy devoto de las Santas Cecilia y Úrsula mártires, cuya protección visible experimentó más de una vez. Estando en Calasiao y no teniendo qué comer, acercóse a un pescador que, como los Apóstoles, después de trabajar mucho no había cogido nada. Díjole entonces el Padre: “en nombre de Santa Cecilia saca una lisa”, y la sacó el hombre; y luego, mandado a echar la red en nombre de Santa Úrsula, sacó a petición del mismo Padre, una anguila.

Más de una vez también acreditó estar adornado del don de profecía. Fue muy perseverante y contínuo en la oración y dos veces cada día se encomendaba en ella a Dios y a todos los religiosos de la Provincia, a los cuales echaba su bendición, aunque estuvieran ausentes.

Fuente: Reseña biográfica de los religiosos de la provincia del Santísimo Rosario de Filipinas desde su fundación hasta nuestros dias. Hilario María Ocio y Viana.1891. (Pág. 186)
 

Los pueblos peruanos de la Provincia de Castilla, especialmente Viraco y Machaguay sintieron con mucha pena la muerte repentina edel artista Prof. Manuel, Guzmán Collado, quien fuera autor del “Mambo de Machaguay” y de numerosos composiciones musicales que han traspaso las fronteras nacionales y revalorado las costumbres, tradiciones, paisaje y belleza del pueblo que lo viera nacer y crecer Viraco, ubicado al pie del nevado “Coropuna”
 
El Profesor Manuel Guzmán Collado (nacido en 1925), desde muy joven destacó y desarrollo su talento en música y en la composición literaria, cuando logró constituirse en el Músico Mayor del Colegio Independencia Americana (1954), posteriormente ejerció la docencia en Aplao- Castilla. Posteriormente, formó el conjunto musical “Coropuna”.

Manuel Guzmán, además de su gran talento artístico, fue un hombre de gran calidad humana, carismático, de trato amable y de hablar pausado, que amaba en lugar donde nació y creció Viraco, muy devoto de la Virgen Santa Ursula.

El 18 de octubre del 2002, el Congreso de la República del Perú, en ceremonia especial, le otorgó una  distinción que a la letra dice “… Es un deber y un honor reconocer y saludar al Profesor, Manuel Guzmán Collado, autor de numerosas composiciones musicales: como el “Mambo de Machaguay”, “Mujer Viraqueña “Tres Recuerdos” “Del Coropuna al Huascarán”,  temas que han logrado traspasar las fronteras nacionales….”

Estuvo casado con Ruth Cabrera de Guzmán, siendo sus hijos Miguel, Carmen y Alvaro Guzmán Cabrera. Falleció el 5 de septiembre de 2009, siendo sepultado en los Jardines de la Paz; después de un sentido homenaje de sus conciudadanos.
 
Fuente: Diario Digital Noticias de Arequipa.com
 
 

 
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